sábado, 29 de mayo de 2010

Nutrientes esenciales e Hipertensión Arterial



  1. Sodio en la dieta e Hipertensión Arterial
  2. Potasio en la dieta e Hipertensión Arterial 
  3. Calcio en la dieta e Hipertensión Arterial
  4. El Magnesio en la dieta e Hipertensión Arterial
  5. Grasas en la dieta e Hipertensión

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Grasas en la dieta e Hipertensión



En varios estudios publicados existe una relación positiva con la grasa saturada e inversa con la poliinsaturada: a reduccion del consumo de grasas saturadas se asocia a niveles más bajos de TA, mientras que el mayor consumo de ácidos grasos poliinsaturados se ha relacionado con menores cifras tensionales: dosis altas de aceite de pescado (rico en ácidos grasos omega 3) han reducido la presión arterial en varones con HTA leve, pero no se consiguieron efectos significativos con dosis menores. El problema es su escasa utilidad práctica, ya que cantidades eficaces de omega 3 no son fáciles de ingerir en forma de pescado y su administración en cápsulas tiene mala tolerancia. 


En relación al consumo de grasas monoinsaturadas no existen muchos datos; parece que su consumo se correlaciona con niveles más bajos de TA. Existe evidencia de una prevalencia menor de HTA en los países del norte de Europa, donde el consumo de estos ácidos grasos monoinsaturados es alto. En nuestro país el consumo de este tipo de ácidos grasos monoinsaturados se debe al aceite de oliva.




Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

El Magnesio en la dieta e Hipertensión Arterial

Entre las principales funciones y propiedades del magnesio hay que destacar la activación de vitaminas, enzimas, la formación de estructuras óseas y dentales, proteínas y anticuerpos, el mantenimiento de la viscosidad del líquido sinovial y la ayuda en el metabolismo de síntesis de los lípidos. Además, tiene una misión anti-estrés ya que ha demostrado ser un tranquilizante natural que relaja los músculos esqueléticos y actúa positivamente sobre la transmisión nerviosa; tiene además función antitrombótica, antiinflamatoria y cardioprotectora. El magnesio es un potente vasodilatador; sin embargo, los distintos estudios nos muestran resultados discrepantes acerca de su efecto sobre la presión arterial, por lo que en la actualidad se carece de datos para recomendar en forma sistemática suplementos de magnesio en la prevención de la HTA. 
Es tal su importancia que se le considera absolutamente imprescindible para un correcto funcionamiento del organismo y, de forma muy especial, del corazón, las arterias, el aparato músculo esquelético y los sistemas nervioso, endocrino y digestivo. La ingesta diaria de magnesio debe estar entre los 300 y 350 mg./día para los hombres, 280 mg/día para las mujeres y entre 320 a 350 mg/día para las embarazadas. Debe administrarse en la alimentación; de otro modo no surtiría ningún beneficio ya que no sería absorbido y se arrastraría junto con las heces.

Hay alimentos que, de por sí, son muy ricos en magnesio. Las fuentes más conocidas de magnesio son el cacao, las semillas y frutas secas, el germen de trigo, la levadura de cerveza, los cereales integrales, las legumbres y las verduras de hoja. También se encuentra, aunque en menor cantidad, en carnes, lácteos y frutas. La sal marina sin refinar también aporta una importante cantidad de este elemento.

La necesidad diaria de este mineral, se cubre consumiendo alguna de las siguientes comidas: una taza de chocolate con leche, y tres rebanadas de pan integral, una porción de carne acompañada de ensalada verde, una taza de legumbres cocidas o un cambur grande.


Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Calcio en la dieta e Hipertensión Arterial


También parece existir una asociación inversa entre la ingesta de calcio y la TA. El efecto del calcio es más intenso en los casos de HTA sensible a la sal, debido al efecto natriurético del calcio. Existen resultados contradictorios del efecto de una dieta rica en calcio sobre la presión arterial en hipertensos, por lo tanto en este momento no es del todo correcto recomendar como beneficiosa una alta ingesta de calcio y es preferible seguir aconsejando las cantidades clásicas (1.200 mg/día) en las que se tiene especial atención a las necesidades de calcificación y de la prevención de osteoporosis. 

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Potasio en la dieta e Hipertensión Arterial


En nuestro organismo, el potasio se encuentra principalmente en el interior de las células. Está implicado en las mismas funciones que el sodio, desempeñando un papel complementario del mismo; el equilibrio entre ambos elementos es esencial para el organismo. La mayoría de los alimentos contiene potasio de forma natural. Las frutas y verduras son fuentes especialmente buenas de potasio. Las mejores fuentes de potasio son los alimentos frescos poco procesados, ya que el procesamiento puede alterar el nivel de potasio.


Distintos estudios demuestran que el potasio de la alimentación y la tensión arterial guardan una relación inversa entre sí, es decir, un consumo alto de potasio conlleva a tension arterial mas baja; este efecto del potasio sobre la TA es más evidente si los niveles de TA son muy elevados y cuando la dieta es rica en cloruro sódico. Por lo tanto parece más importante la correlación entre TA y el cociente Na/K, que el sodio o el potasio por separado.

Con un consumo de sodio de 100 mmol menos que lo normal y un consumo de potasio de hasta 70 mmol/día para una razon sodio/potasio de 1, cabe esperar una reducción de la TA sistólica de 3,4 mmHg. El Joint National Comitte recomienda un consumo de potasio de cerca de 90 meq/día, sobretodo procedente de frutas y verduras.


Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Sodio en la dieta e Hipertensión Arterial

La sal, o cloruro de sodio, se utiliza para conservar la comida y darle sabor. También está presente en los alimentos de forma natural. 1 gramo de sodio equivale aproximadamente a 2,5 g de sal. El sodio y el cloro contribuyen a regular la presión arterial, controlar el equilibrio de fluidos en el organismo y mantener las condiciones apropiadas para el funcionamiento de los músculos y nervios. El sodio facilita la absorción de ciertos nutrientes, como la glucosa y los aminoácidos.

El organismo de una persona adulta suele contener unos 90 g de sodio; de esta cantidad, la mitad se encuentra en la sangre y otros fluidos corporales, más de un tercio está en los huesos y el resto se halla en el interior de las células. El sodio es aportado en la dieta por tres fuentes: la sal añadida al cocinar o aliñar, el sodio contenido en los alimentos y el agua que consumimos. Estudios recientes han mostrado como aumentos y descensos en la ingesta de sodio producen cambios en los niveles de sodio en plasma, lo que a su vez produce cambios en el volumen extracelular y éste en la presión arterial; cambios del sodio plasmático producen en forma directa cambios en la presión arterial

El consumo medio de sodio varía entre los 2 y los 6 g al día, aunque un adulto puede vivir de forma saludable con menos de 0,5 g al día. Las necesidades aumentan cuando se producen grandes pérdidas como, por ejemplo, durante la menstruación, la lactancia o si se suda mucho. La reducción del consumo de sal es una de las prioridades en el manejo de la hipertensión debido a su potencial de disminuir las cifras tensionales y por tanto el riesgo de eventos cardiovasculares en la población. La disminución del sodio en la dieta puede conseguir disminuciones de los niveles de tensión sistólica de 2,5 mmHg y de tensión diastólica de 3,9 mmHg, asociándose a reducciones en la eliminación de sodio de 100 mmol/día a 50 mmol/día, con resultados variables dependiendo del tipo de diseño del estudio y del grado de restricción dietética alcanzado. La capacidad de los riñones de excretar o conservar el sodio es un factor clave para regular la presión arterial.

Un consumo diario de sodio de 6 gr (100 mmol), conseguirá una reducción en la TA sistólica de 2,2 mmHg y de 1 mmHg en la presión arterial diastólica, lo cual supone una reducción de la mortalidad coronaria en un 4% y de la mortalidad por ictus del 6%.

Aplicación práctica a los pacientes 
El sodio es aportado en la dieta por tres fuentes: la sal añadida al cocinar o aliñar, el sodio contenido en los alimentos y el agua que consumimos. La principal fuente de sodio de la dieta es la sal de mesa pero el sodio se encuentra también en infinidad de alimentos como conservante: enlatados, embutidos y precocinados, por lo que es importante leer el etiquetado de estos alimentos, ya que lo pueden contener en forma de: bicarbonato, fosfato disódico, glutamato monosódico, alginato de sodio, hidróxido de sodio, propionato de sodio, sulfito de sodio, etc.

Se habla de alimentos industrializados sin sal / sin sodio cuando contiene menos de 5 mg por ración; muy bajo en sodio: 35 mg o menos de sodio por ración; bajo en sodio: 140 mg o menos de sodio por ración; reducido en sodio: 25% menos de sodio que la versión del alimento con sal; “light” en sodio: 50% menos que la versión del alimento con sal y sin sal añadida: no se ha añadido sal durante el procesamiento del alimento.


Respecto al contenido de sodio de los propios alimentos, los más ricos son los de origen animal (carne, huevos y lácteos), y los alimentos precocinados. Las bebidas gaseosas contienen sodio como conservante, las clasificadas como “dietéticas” contienen sacarina sódica y/o ciclamato sódico, por ello debe limitarse su consumo. El agua que bebemos también puede contener cantidades importantes de sodio: el 10% del sodio ingerido proviene del agua consumida. Existen aguas hiposódicas con un contenido en sodio de menos de 20 mg/l; los pacientes con dieta hiposódica estricta deben consumir agua con una cantidad de sodio inferior a 50 mg/l.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

lunes, 17 de mayo de 2010

Estilo de vida e Hipertensión

 
 Lo más importante para la presión arterial es el estilo de vida; Los cambios en el estilo de vida en las personas hipertensas ayudan a la eliminación de tóxicos y disminución del estrés, y una dieta equilibrada ayuda a reducir la gravedad de la hipertensión y complementar el tratamiento.

Beneficios potenciales para la presión arterial, por cambio del estilo de vida
 Los pacientes hipertensos requieren mantener un peso adecuado para el sexo y la edad (20-30% de la HTA se asocia a sobrepeso) y desde el punto de vista dietético el enfoque debe ser combinado, con restricción en la ingesta de sodio y calorías (si hay sobrepeso u obesidad), aumento en la ingesta de calcio, potasio y grasas de calidad (polinsaturadas y monoinsaturadas), moderación en la ingesta de alcohol y realización de ejercicio  aeróbico.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

domingo, 16 de mayo de 2010

Tratamiento No Farmacológico de la Hipertensión Arterial



Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Evitar el consumo de consumo excesivo de café y de tabaco, Tratamiento No Farmacológico de la HTA.

Estas sustancias tienen un efecto transitorio en el aumento de la presión arterial, aunque no existen evidencias de que su consumo constante contribuya a ocasionar o agravar la hipertensión arterial; por otro lado estas sustancias pueden acelerar el proceso de arterioesclerosis en personas hipertensas, por lo que  se recomienda evitar su consumo, sin embargo, no es preciso suprimirlo, aunque se recomienda tomarlo con moderación.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición. 

Evitar el consumo excesivo de alcohol, Tratamiento No Farmacológico de la HTA.


El consumo de alcohol aumenta la presión arterial, en el hombre cuando se consumen más de 3 bebidas al día y en la mujer más de 2 al día. Por lo tanto se recomienda no sobrepasar esa cantidad.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.  

Control del peso corporal, Tratamiento No Farmacológico de la HTA.

La reducción del peso corporal aporta beneficios en el tratamiento de la hipertensión arterial, ya que el riesgo de desarrollar HTA es dos a seis veces más alto en individuos con sobrepeso que en personas de peso normal.. Además, la prevalencia de HTA en obesos es el doble que en normopesos y un aumento en el peso relativo de 10% predice un incremento en la tensión arterial de 7 mmHg. Por otra parte la obesidad central (androide), que se presenta en mujeres con un perímetro de cintura mayor a 85 cm y en varones, mayor a 98 cm, es la que más se relaciona con HTA y se acompaña de otros factores de riesgo cardiovascular.
 
Esta demostrado que perdidas de peso que oscilan entre un 5-10%, conllevan beneficios metabólicos para el paciente, lo cual es muy importante en el control y manejo del paciente hipertenso, ya que el alcanzar el peso adecuado podría permitir reducir o incluso suprimir el tratamiento farmacológico para el control de la tensión arterial, ya que la reducción de peso con dietas hipocalóricas disminuye los niveles de presión arterial sistólica 6,3 mmHg y la presión arterial diastólica 4,3 mmHg.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición. 

Control del Estrés, Tratamiento No Farmacológico de la HTA.


El estrés es uno de los factores de riesgo que predisponen la hipertensión arterial, por lo tanto su manejo a través de técnicas de relajación (ejercicios, yoga, etc.) ayuda a controlar la hipertensión arterial.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición. 

Ejercicio, Tratamiento No Farmacológico de la HTA.

Se ha comprobado que la actividad física realizada en forma regular y constante favorece el control de la presión arterial, disminuyendo las complicaciones de la hipertensión. Los estudios de intervención han demostrado que la realización de actividad física produce un descenso en la tensión arterial sistólica y diastólica de aproximadamente 6-8 mmHg y que las personas sedentarias tienen hasta casi un 50% de posibilidades de desarrollar HTA.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición. 

Dieta, Tratamiento No Farmacológico de la HTA.

Es un factor primordial en el tratamiento de la hipertensión arterial, puesto que una dieta balanceada puede llegar a evitar la utilización de medicamentos. Las intervenciones nutricionales previenen la HTA o disminuyen los niveles de tensión arterial en pacientes hipertensos.
 
La dieta debe ser adecuada a las necesidades individuales, con control de sodio y recomendaciones que orienten a la persona hacia un estilo de vida más saludable. La reducción del consumo de grasa saturada y el mayor consumo de ácidos grasos poliinsaturados se asocia a un descenso en los niveles tensionales.
Algunos estudios de intervención en población hipertensa han demostrado como dosis altas de aceites de pescado (rica en ácidos grasos omega-3) reducen la presión arterial en varones con HTA leve. Otra de las grasas que podemos manipular en la dieta son las grasas monoinsaturadas. Una dieta rica en ácidos grasos monoinsaturados (ácido oleico) produce una disminución de los niveles de presión arterial en pacientes con hipertensión esencial.
 
El estudio DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension) demostró que los niveles de presión arterial disminuían con una dieta baja en grasas saturadas, colesterol y contenido total de grasa, y basaba fundamentalmente en la ingesta de frutas, verduras y lácteos (desnatados o semidesnatados). Desde un punto de vista nutricional, una dieta especialmente rica en magnesio, calcio y potasio, así como en proteínas y fibra.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición. 

Factores de riesgo para la aparición de Hipertensión y Complicaciones


Factores de riesgo: 
-    Herencia: una persona cuyos padres son hipertensos es más susceptible a desarrollarla.
-    La raza: los negros tienen más posibilidades de desarrollarla que los blancos.
-    Edad (> 45 años): las cifras tensionales tienden a subir con la edad y por ello los ancianos tienen mayor riesgo a desarrollarla.
-    Sexo: los varones tienen más riesgo a desarrollarla hasta los 55 años; a partir de los 75 años las mujeres tienen más probabilidad de desarrollarla.
-    Obesidad y sobrepeso.
-    Estrés.
-    Colesterol alto.
-    Consumo de tabaco.
-    Consumo excesivo de alcohol.
-    Sedentarismo y falta de ejercicio.
-    Consumo excesivo de sal en las comidas.
-    Consumo excesivo de café.
 
Complicaciones:
La Hipertensión afecta a todos los órganos de nuestro cuerpo de forma lenta y silenciosa, siendo los más afectados el corazón (Cardiopatía Hipertensiva), las arterias (Arterioesclerosis), los riñones (Insuficiencia Renal), los ojos (Ceguera) y el cerebro (Trombosis o Hemorragia Cerebral).

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Nutrición en la Hipertensión

El corazón impulsa una cantidad específica de sangre a través de las arterias cada vez que se contrae (sístole) a una presión máxima o sistólica; por el contrario, cuando el corazón se relaja (diástole) la sangre circula por las arterias a presión mínima o diastólica.
La Hipertensión Arterial (HTA), es una elevación persistente de la presión arterial por encima de los valores considerados normales. Se considera como una enfermedad crónica, caracterizada por la ausencia de síntomas y por su alta frecuencia.
 
Clasificación de la Hipertensión Arterial:
 
Según su Origen:
•    Hipertensión Primaria: De origen desconocido (99%)
•  Hipertensión Secundaria: Debido a diversos factores (10%): causas endocrinas, renales, cardiovascular, uso de anticonceptivos, alcohol o drogas (cocaína, heroína), embarazo, medicamentos (antiinflamatorios no esteroideos, descongestionantes nasales, esteroides), etc. 


Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Enfermedades autoinmunes y alimentación

La respuesta inflamatoria es fundamentalmente una respuesta de carácter protector, que cuando se perpetúa constituye el mecanismo de un gran número de enfermedades como la ateroesclerosis, algunas infecciones persistentes, enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoidea, el lupus eritematoso y la fibrosis pulmonar, así como la cirrosis hepática y la enfermedad inflamatoria intestinal.

Las células del sistema inmune activadas (neutrófilos, eosinófilos, basófilos, monocitos y linfocitos) son susceptibles de modificar el perfil de ácidos grasos de sus membranas  según el aporte de lípidos de la dieta. El perfil lipídico de las membranas de las células inmunitarias va a condicionar la producción de mediadores químicos, determinando así la intensidad de la respuesta.


Queda por ver todavía si este efecto beneficioso que tienen los ácidos grasos esenciales sobre el funcionamiento global del sistema inmune se extiende también a aquellas situaciones en las que el sistema inmune se activa de forma patológica (enfermedades autoinmunes). Para lo cual se hacen necesarios estudios clínicos y epidemiológicos en seres humanos.


Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Alimentación, Estado Nutricional e Inmunidad

El mantenimiento del sistema inmunológico requiere un consumo constante de todas las vitaminas y minerales necesarios, por lo que hay que asegurarse de seguir una dieta equilibrada. La ingesta energética tiene una influencia considerable en la actividad inmunológica: las personas desnutridas presentan un mayor riesgo de contraer infecciones. Los regímenes de adelgazamiento de menos de 1.200 kcal al día también pueden hacer disminuir la función inmunológica, lo que constituye una buena razón para evitar las poco saludables "dietas milagrosas". 

Por otra parte, el aporte excesivo de energía también puede afectar a la capacidad del sistema inmunológico de combatir las infecciones: la obesidad está asociada a una mayor incidencia de enfermedades infecciosas, además de que las personas obesas son más propensas a desarrollar enfermedades cardiacas coronarias, las cuales están relacionadas con alteraciones de la función inmunológica.

La reducción de las grasas en la dieta es importante para el control del peso, pero también influye en el funcionamiento del sistema inmunológico. Las dietas ricas en grasas reducen la respuesta inmunológica, aumentando así el riesgo de infecciones. Por lo tanto, si se reduce el contenido de grasa en la dieta, la actividad inmunológica aumenta. De esta forma, además de prevenir las infecciones, se podría fortalecer el tipo de células inmunológicas que combaten las células tumorales. No obstante, no es sólo una cuestión de cantidad, también es importante asegurar un aporte equilibrado de los diferentes ácidos grasos.

 
El consumo regular de productos lácteos fermentados como el yogur puede aumentar las defensas inmunológicas intestinales. Algunos estudios recientes sugieren que el yogur elaborado con bacterias probióticas, puede tener un efecto beneficioso en el sistema inmunológico (mayor resistencia a los microorganismos que provocan las intoxicaciones alimentarias, por ejemplo). Sin embargo y hasta la fecha, la mayoría de las investigaciones indican que los complementos alimenticios no estimulan la respuesta inmunológica en individuos sanos y bien alimentados aunque en ancianos la suplementación puede aumentar su función inmunológica.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

martes, 11 de mayo de 2010

Efectos inmunomoduladores de los ácidos grasos omega 3

 El ácido araquidónico (AA) es el ácido graso que mayoritariamente se incorpora a los fosfolípidos de las membranas celulares, por lo tanto es el precursor más importante tanto cualitativa como cuantitativamente de eucosanoides proinflamatorios.

El ácido alfa linolénico (omega 3) se incorpora a los fosfolípidos de las membranas celulares, interfiriendo con la conversión del ácido linoleico al ácido araquidónico y por tanto la conversión de ácido araquidónico a eicosanoides proinflamatorios, bloquea además la formación de citoquinas proinflamatorias (proteínas liberadas por las células inmunes como respuesta a lesiones, infecciones o exposición a substancias extrañas) procedentes de los omega 6 y disminuye la acumulación de linfocitos en los lugares de inflamación, bien por inhibición de su proliferación o por incremento de la apoptosis (muerte celular programada). La suplementación con omega 3 afecta además la expresión de antígenos en la superficie de los linfocitos, siendo el ácido eicosapentanoico (AEP) responsable del efecto reductor que tienen los ácidos grasos omega 3 sobre los triglicéridos. 

Las dietas ricas en ácidos grasos omega 3 producen eucosanoides más beneficiosos, menos inflamación y reducen el riesgo de enfermedades crónicas comparado con las dietas ricas en ácidos omega 6. Estos beneficios han llevado a considerar a los ácidos grasos omega 3 como inmunonutrientes El efecto de los ácidos grasos omega 3 puede variar dependiendo de las dosis utilizadas, de la duración de la suplementación y del tipo de ácido graso que se utilice.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Ácidos grasos esenciales

Se llaman esenciales a aquellos ácidos grasos que no pueden ser sintetizados por nuestro organismo y que, al igual que sucede con las vitaminas, debemos obtenerlos a través de los alimentos o, en su defecto, de los suplementos nutricionales. Los ácidos grasos esenciales son necesarios para la estructura de las membranas celulares y ayudan a mantenerlas flexibles. Ellos son: el ácido linoleico (omega 6 poliinsaturado); linolénico (omega 3 poliinsaturado). Se encuentran en la linasa, sardinas, anchoas, bacalao, etc. Una vez en el cuerpo, se pueden convertir en otros ácidos grasos poliinsaturados como el ácido araquidónico (AA), el ácido eicosapentanoico (AEP) y el ácido decosahexanoico (DHA).

El ácido graso esencial más abundante en los mamíferos es el linoleico (omega 6), que integra entre el 10 y 20% de los ácidos grasos totales; es más abundantes en las fuentes vegetales y un precursor necesario en mamíferos para la biosíntesis del ácido araquidónico, que no se encuentra en las plantas.

Los ácidos grasos esenciales son precursores necesarios para la biosíntesis de prostaglandinas, prostaciclinas, tromboxanos y eucosanoides, grupo de compuestos poderososo que afectan diversos procesos biológicos, incluyendo agregación plaquetaria, regulación de la tensión arterial, dilatación vascular, lipólisis, coagulación sanguínea y respuesta inmunológica; controlan además las reacciones inflamatorias y su liberación es una respuesta normal a las lesiones, siendo sus acciones requeridas para ayudar a reparar el tejido dañado.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Efectos de la dieta sobre el Sistema Inmune

Debido a la complejidad del sistema inmune, resulta muy difícil evaluar los efectos de la dieta sobre el mismo, aunque los resultados de diversas investigaciones han permitido identificar algunos factores dietéticos que afectan a la respuesta inmunológica de nuestro organismo.

Algunos estudios en animales han comprobado que la modificación de la composición de ácidos grasos en la dieta de estos animales induce a una alteración en la composición de ácidos grasos de sus células inmunitarias. Por lo tanto, es posible incrementar la composición de ciertos ácidos grasos en las membranas de las células del sistema inmune mediante la suplementación dietética de los mismos, lo cual producirá modificaciones en la respuesta inmune, con múltiples efectos de complejas consecuencias, en general beneficiosas para el funcionamiento del sistema inmune.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición. 

Nutrición y Sistema Inmunológico

El sistema inmune nos protege de agentes infecciosos ambientales (bacterias, virus, hongos y parásitos) y permite además que desarrollemos tolerancia contra nuestros propios antígenos y contra agentes ambientales que no representan ninguna amenaza (por ejemplo, las proteínas de la comida o las bacterias que se encuentran de forma natural en nuestra flora intestinal).

Divisiones funcionales del sistema inmune:
  • Innato (natural): es la primera línea de defensa contra los agentes infecciosos, su función es la de evitar la entrada de agentes infecciosos en el cuerpo o la de eliminarnos en el caso de que consigan entrar. Constituido por barreras físicas (como la piel), células fagocíticas, monocitos y macrófagos. Este tipo de inmunidad no esta influenciada por la exposición previa a un determinado agente infeccioso y carece de memoria.
  • Adquirido (específico o adaptativo): es un sistema mucho más específico que incluye a los linfocitos, cada uno de los cuales tiene en su superficie receptores para un solo antígeno, entendiéndose como antígeno a toda sustancia que pueden ser reconocidas por el sistema inmune adaptativo, sean propias o ajenas.. Después de su activación, se necesitan varios días para que se vuelva efectivo, persistiendo posteriormente los linfocitos activados aunque se haya eliminado el antígeno que inició la respuesta, lo cual permite la creación de “memoria inmunológica”, responsable de que nuestra respuesta inmune sea más fuerte y efectiva cada vez que tenemos una reexposición al antígeno.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

domingo, 2 de mayo de 2010

Las Grasas en Nuestro Cuerpo

No todas las grasas son iguales ni se comportan de la misma manera en nuestro organismo. Durante la digestión, las grasas se descomponen en sus partículas elementales (ácidos grasos) para poder atravesar la membrana intestinal y ser absorbidas eficazmente. Después de su absorción se vuelven a componer, pero no con la misma estructura que tenían anteriormente.

Los ácidos grasos más pequeños (de menos de 12 átomos de carbono) pasan directamente a la sangre y son transportados al hígado donde se utilizan para producir energía. Los ácidos grasos más grandes (12 átomos o más) se unen con otras moléculas de proteínas, fosfolípidos y colesterol formando grandes moléculas de transporte que son las lipoproteínas, las cuales son de diferentes tipos en función de su tamaño y de su composición: Quilomicrones, VLDL, LDL y HDL.

El comportamiento de cada una de estas partículas es bien diferente en cuanto a su capacidad de producir placas y lesiones en las arterias. Todas ellas contienen colesterol, por lo que cuando se habla de colesterol LDL (malo) o HDL (bueno), en realidad se está haciendo referencia al tipo de lipoproteína que lo transporta.

LDL (lipoproteínas de baja densidad): Son las principales portadoras de colesterol en la sangre. Una de sus funciones es la de asegurar el paso de colesterol a los tejidos, para formar parte de las membranas celulares y producir hormonas, sin embargo, cuando las LDL se oxidan por la acción del oxigeno de la sangre o los radicales libres se vuelven muy peligrosas, ya que pueden dañar al tejido interno de las arterias y producir lesiones que den lugar a placas de ateroma.

Si no existen suficientes antioxidantes (vit. E, selenio, bioflavonoides, etc.) en la composición de las LDL, o la concentración de elementos oxidativos en la sangre es alta (tabaco, toxinas, etc.), el porcentaje de partículas LDL oxidadas será alto y el daño al endotelio puede llegar a ser importante. Por este motivo se ha denominado a esta fracción de lipoproteínas "colesterol malo".

HDL (lipoproteínas de alta densidad): Su función es diferente a la del resto de las lipoproteínas: eliminan el colesterol sobrante de las membranas celulares y lo transportan hasta el hígado donde es reutilizado; este proceso es de vital importancia para evitar acumulaciones de colesterol en los tejidos. El colesterol, uno de los componentes principales de las placas de ateroma que se forman en el interior de las arterias si es retirado a tiempo, las probabilidades de que se formen placas se reducen drásticamente. Por este motivo a este tipo de partículas se las llama "colesterol bueno".


Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Tipos de Grasas que contienen los Alimentos

En los alimentos que normalmente consumimos siempre hay una combinación de ácidos grasos saturados e insaturados, que son los elementos constituyentes de las grasas o lípidos. Los ácidos grasos saturados son más difíciles de utilizar por el organismo que los insaturados, ya que no tienen posibilidad de combinarse con otras moléculas

La mayor proporción de la grasa que ingerimos está compuesta por triglicéridos (molécula con tres ácidos grasos); las grasas de nuestra dieta también contienen vitaminas liposolubles (A, D y E) y sustancias como los fosfolípidos (con fósforo en su molécula), que forman las membranas de nuestras células, actuando además como detergentes biológico. El colesterol es una sustancia indispensable en el metabolismo por formar parte de la zona intermedia de las membranas celulares, e intervenir en la síntesis de las hormonas, sin embargo se convierte en un problema cuando se encuentra en exceso. 



El consumo de grasas saturadas es el factor más importante que influye en el aumento del colesterol en sangre y por tanto responsable del riesgo de padecer enfermedad cardiovascular. El colesterol presente en los alimentos influye menos ya que cuando su ingesta sobrepasa los 500 mg/día disminuye su absorción a nivel intestinal, sin embargo, en vista de que existen amplias diferencias en su absorción a nivel intestinal entre unos individuos y otros determinadas por factores genéticos y de otro tipo (ej: presencia de alimentos ricos en fibra vegetal en el intestino que la reducen o de triglicéridos que la favorecen), las recomendaciones oficiales al respecto señalan que el contenido en colesterol de la dieta no debe nunca sobrepasar los 300 mg/día.

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.

Alimentación y Enfermedad Cardiovascular

Sin tomar en consideración los accidentes de tránsito, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer constituyen las dos primeras causas de muerte en Occidente. Paralelamente a este cambio en las causas de muerte y no de forma casual, uno de los factores que más ha cambiado en los últimos tiempos ha sido el relativo a la forma de alimentarnos.

La causa de las enfermedades cardiovasculares es la acumulación de materia orgánica, principalmente grasa y colesterol, en el interior de los vasos sanguíneos, proceso conocido como aterosclerosis, el cual se produce en mayor o menor medida en todas las arterias del organismo, siendo más preocupante cuando las arterias afectadas son las encargadas de aportar sangre fresca al corazón o al cerebro.

 

La cardiopatía coronaria afecta a la red de vasos sanguíneos que rodea al corazón (arterias coronarias) y riegan al músculo cardíaco (miocardio). El engrosamiento de las paredes de las arterias coronarias y el estrechamiento de su luz por la invasión de grasa y colesterol principalmente hacia su capa más interna (placa ateromatosa), hace que la circulación disminuya de manera importante, o puede ocluirse completamente por un coágulo (trombo). La arteria también puede sufrir espasmo muscular que interfiere con la circulación. La falta de sangre en los tejidos del corazón resultante (isquemia) causa un infarto o la muerte de la porción del miocardio que no recibe oxígeno ni nutrición.

La influencia de la alimentación sobre el desarrollo de la arteriosclerosis fue descrita por primera vez en 1913 por Anitschkow y a pesar de la importancia de todos y cada uno de los factores de riesgo, el tipo de alimentación es quizá aquel sobre el que podemos ejercer un mayor control y del que está claramente probado que afecta a una parte muy importante del resto de los factores implicados. Las grasas o lípidos son los elementos de nuestra alimentación que más importancia tienen en la prevención de las enfermedades cardiovasculares, por lo que la prevención dietética del proceso ateriosclerótico debe tender a disminuir la fracción de colesterol transportados por las LDL y la elevación de la fracción de las HDL. 

Dra. Iraima Acuña, Especialista en Nutrición.